viernes, 11 de octubre de 2013

ROBERTO ZUCCO

Sala: Matadero (Naves del Español) Autor: Bernard-Marie Koltès (versión de Cristina Genebat)) Director: Julio Manrique Intérpretes: Pablo Derqui, Laia Marull, Andrés Herrera, María Rodríguez, Xavier Boada, Rosa Gámiz, Xavier Ricart y Oriol Guinart. Duración: 2.00' 
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)




  Vaya por delante que tengo mis más y mis menos con el texto. Desde luego, miren ustedes donde miren, leerán que es una de las cumbres de la dramaturgia del siglo XX. En fin, no negaré que es un gran texto, pero no sé yo si una cumbre. En lo relativo a la carga poética de fondo, Roberto Zucco es un epígono (y un epígono dulcificado) de los antihéroes de Genet, cada día lo tengo más claro. Desde luego, no soy el primero que ve el parentesco (pongan los apellidos de ambos autores en Google y encontrarán de todo: aquí tienen a alguien que lo dice bien clarito), pero me extraña que la crítica teatral no lo mencione con mayor frecuencia. Que esta inversión de los valores corrientes en un ejercicio de glorificación de la violencia y mitificación del violento se admire sin citar el original. Y no me refiero a la mayor o menor cercanía del teatro de uno y otro, sino al universo referencial que hay detrás de esta obra, y que es idéntico al de novelas como Notre-Dame-des-Fleurs, Journal du voleur o Querelle de Brest. La voz dedicada a Koltès en la wikipedia en francés habla de las influencias de Rimbaud o Claudel, pero ni una palabra sobre Genet. Sin embargo, la wikipedia en inglés califica de  "evidente" su influencia.


  ¿Quieren una hipótesis descabellada sobre estos extraños fenómenos? Koltès fue, como repite todo el mundo, un homosexual en un mundo heterosexual (no sé si la frase es suya o de algún crítico temprano). Su antihéroe es heterosexual. Genet se ha mantenido, aún hoy, en el cajon queer. Sus antihéroes son homosexuales. Lo que se llama cultura gay. Les parecerá una tontería, pero esas cosas crean barreras mentales a la hora de relacionar esto con aquello. Por cierto, algo habría que decir también sobre Pasolini a cuenta de toda esta historia, pero estamos escribiendo una crítica, y no un ensayo.

  Eso respecto al fondo. Respecto a la forma, y que me perdone la crítica mundial, estoy de acuerdo con la señora que les decía a sus amigas a la salida del Matadero "le sobra un poquito". Siempre tengo la sensación de que le sobra un poquito. Pero claro, ¿quién es el guapo que se atreve a meter una buena tijera a Koltès? Me parece más redonda De noche, justo antes de los bosques, e incluso Combate de negro y perros, que no se hace precisamente corta. Pero el Zucco se me antoja siempre un poco desflecado. Me consuela un poco leerle a Ordóñez que a él no le gustó durante mucho tiempo. Y, desde luego, no soporta una mala interpretación. Hay cosas que pasan por encima de lo que sea (no sé, Melocotón en almíbar, por ejemplo) y otras que, como no estén primorosamente representadas, apaga y vámonos. Koltès y Genet son gemelos en esto. Baste como muestra el insufrible Zucco de Pasqual en el María Guerrero allá por 2005 ó 2006, o el tedioso Balcón de Facio en el Matadero en 2010.


La imagen no es un montaje, es una foto real de cómo los distintos ambientes de
cada escena están compactados en un único bloque.
  Nada más lejos de la excelente lectura que Julio Manrique realiza, y que ya se llevó a la crítica de calle en Barcelona (ver enlace anterior a la de Ordóñez). Una lectura... compacta, diría yo, de la que la escenografía de Sebastià Brossa -con todos los ambientes amontonados- es la plasmación visual. Es como si todos los elementos en juego, sobre todo la interpretación, se hubieran concentrado en el objetivo de que ninguno de los flecos mencionados quede colgando. No hay tiempos muertos, apenas hay respiro entre escena y escena. Uno engulle tanto la peripecia como las salidas por la tangente lírica como las ocas cebadas para producir foie: sin pensárselo. Creo que es la única manera de que el espectador asuma el texto en su conjunto, sin perderse en los meandros, y creo que Manrique lo ha hecho a la perfección. Ese fluir sin fisuras se agrieta quizá un poco en la complicada escena con rehén -algo pariente de Splendid's de Genet- donde habría que sentir una aceleración que pase por encima de una escritura que baila entre lo verosímil y lo poéticamente incendiado.

La mirada de Pablo Derqui
En resumen, es éste un Roberto Zucco que da lo mejor del texto, algo que no sería posible sin unos excelentes intérpretes. A comenzar por Pablo Derqui, que da la medida del personaje con una simple mirada. Todos lo hemos visto histriónico en Isabel, en un personaje al que todo tenía que írsele de boquilla. Éste es su exacto opuesto, alguien que, como la funcionaria asesina "con su sierra sabe qué hacer". No le hacen falta alardes. Gran actor, gran Zucco.

  El resto no le va a la zaga. Maravilloso monólogo final de Laia Marull. No menos maravillosa lección de interpretación -repetida personaje tras personaje- de Xavier Boada. No menos maravillosa pareja de hermanos de María Rodríguez y Andrés Herrera. Rosa Gámiz, excelente como madame del burdel y madre del asesino. Y, como decía más arriba, la escenografía es un personaje añadido que ayuda lo suyo.
P.J.L. Domínguez

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