sábado, 18 de enero de 2014

TIERRA DE NADIE

Sala: Matadero (Naves del Español) Autor: Harold Pinter (versión de Joan Sellent) Director: Xavier Albertí Intérpretes: Lluís Homar, Josep Maria Pou, Ramón Pujol y David Selvas. Duración: 1.50'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)
Selvas, Pujol, Pou y Homar.

Ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio:

Tierra de nadie es una de las obras cumbre de Pinter y, por tanto, de todo el teatro europeo del siglo XX. Dicho resumida y toscamente, una especie de puerto de llegada de los Ionesco, los Beckett y otras vanguardias. El espectador encuentra en ella una trama más o menos lógica, más o menos aprehensible, pero es mayor el peso de los juegos del lenguaje y la memoria que, con sus vacilaciones e incoherencias, dominan la pieza. Sin que falten tampoco los fragmentos de altura poética, el sarcasmo o el chiste. En suma, un texto denso y complejo que no se puede ir a ver como quien va de paseo.

  Albertí la ha dirigido con pulso de orfebre y la ha engarzado en una joya escenográfica de Lluc Castells. Excelente versión castellana de Joan Sellent, aunque me gustaría oír el catalán original de la producción. Los actores tienden a un cierto amaneramiento, cada uno al suyo, medido, adaptado al papel. Se puede hacer Pinter con extremo naturalismo, pero aquí se ha optado por esta otra vía. El resultado es un calculado equilibrio. Pou no cede ni un segundo de tensión interpretando a un tipo con el cerebro disuelto en alcohol, que se entiende y no se entiende a sí mismo. Homar, espectacular en su pedantería sumisa. Selvas y Pujol, cada uno con sus calculadas tiranteces, a la altura de ambos maestros. Para públicos valientes.

Y lo que no cabía allí:
(las frases en negrita son los enganches entre los dos textos)

1.- Albertí la ha dirigido con pulso de orfebre... Estas cosas, o van medidas al milímetro o no hay manera de que se tengan en pie. Últimamente hemos visto varias puestas en escena notables de Pinter: Cenizas a las cenizas en La Puerta Estrecha dirigida por Rodolfo Cortizo, Viejos tiempos de Ricardo Moya en el Español y Traición, también en el Español, por María Fernández Ache. Sé que me estoy dejando alguna, pero no caigo ahora y no tengo el archivo a mano. Desde luego, y por si estaban pensando en eso, no es El montaplatos de Lima, que no daba una en su sitio. Esto de Albertí funciona como un reloj, da la sensación de que las funciones deben de salir idénticas todos los días.


2.- ...y la ha engarzado en una joya escenográfica de Lluc Castells. Castells trabaja sobre todo en Cataluña, creo que le he visto sólo una minúscula maravilla que se titulaba Product y otra función de Albertí -El dúo de La Africana- que también era escenográficamente notable. Aquí se han embarcado los dos en un reto considerable. El escenario es una franja más bien estrecha con público a los dos lados. Una disposición que funciona bien en el Matadero: así montó Lluis Pasqual la memorable Casa de Bernarda Alba con Nuria Espert y Rosa María Sardá. Pero se les ha ocurrido nada menos que plantar un enorme mueble (entre estantería y vitrina) en la misma mitad del medio. Lo ven en la foto de más arriba, y más en detalle en la de este párrafo. No encuentro otra que abarque la totalidad del escenario, pero háganse a la idea de que ocupa el lugar privilegiado por excelencia. Ése donde en primero de dirección le explican a uno que debe colocar a la protagonista cuando exclama "Cielos, mi marido" (perdonen, es que estuve viendo ayer Locos por el té, ya les contaré). Así que toda la función puede leerse como un pulso entre el director y el mueble, como si fuera una apuesta: ¿qué os apostais a que dirijo con esto en medio y no se nota? Director uno, mueble cero: gana Albertí. Hay escenas a un lado, escenas al otro lado... pero también escenas en las que uno habla desde aquí y el otro desde allá. Miren, tengo una foto que lo ilustra. 



Esto último quizá sería imposible de plantear en disposición convencional (no sé cómo se ha hecho en Barcelona), con un foro cerrado detrás, pero así, con público a los dos lados, parece de lo más natural que se hablen esquivando el mueble. 

Gana Albertí también en otro sentido: el mueble es una preciosidad, ahí en medio, con los cristales brillando bajo los focos. Como metáfora visual -esto parece obvio y lo ha dicho todo el mundo- de la gran cantidad de alcohol que corre por las venas de los protagonistas.


3.- Los actores tienden a un cierto amaneramiento, cada uno al suyo, medido, adaptado al papel. Pues sí, esto era otra apuesta arriesgada. Primero, porque entre la impostación de la interpretación y las incoherencias del texto, se corre el riesgo de terminar en una especie de guiñol enloquecido. Pero también porque el contraste entre el realismo y la irrealidad del texto es uno de los motores que pueden llevar hacia adelante una función de estas características. Aquí, en cambio, se han estilizado los personajes. Lo de Pou se entiende prácticamente viendo esta foto, que con razón se ha reproducido por todas partes. Ahí es nada, pasarse la mayor parte del tiempo que está en escena perdido entre los vapores del alcohol, escuchando parlamentos en los que se pierde. Cosas como mi línea favorita, de Homar: "Perdone mi sinceridad. No es método, es locura". (Do forgive me my candour. It is not method but madness)


Ramón Pujol
De estos dos, y de David Selvas, presente también, y brillante, en la citada Product podía esperarse un gran resultado, pero Ramón Pujol era, al menos para mí, una incógnita. No lo vi en Los chicos de historia, que dirigió Pou. Muy bien, con un aplomo digno de actores que le sacan una generación. Selvas es un mayordomo más o menos irreal con dosis de macarra, y él un macarra más o menos irreal con dosis de criado, todo enrarecido por un extraño subtexto más o menos gay, que Pujol me pareció que subraya, precisamente exagerando una virilidad impostada un poco a lo Querelle, un poco a lo camorrista de película antigua. Le ayuda mucho el vestuario de María Araujo: pantalones de campana y cintura alta, jersey ceñido metido bajo el pantalón. Todos están muy bien vestidos, con matices que quizá no se perciben al primer vistazo, pero ese traje de Pujol está clavado.
P.J.L. Domínguez
           

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