miércoles, 4 de marzo de 2015

LA ABDUCCIÓN DE LUIS GUZMÁN

Sala: Teatro Lara Autor y director: Pablo Remón Intérpretes: Ana Alonso, Francisco Reyes y Emilio Tomé Duración: 1.05'
(La función ya no está en cartel)



Coincidencias: recordarán que comentábamos que Como si pasara un tren (que, por cierto, resucita en el Español) y Luciérnagas tenían un cierto parentesco. Dos personajes, uno de ellos discapacitado psíquico. Un tercer personaje que llega desde el mundo exterior. Pues repetimos. ¿Cuál era la probabilidad de que, en pocos meses, aparecieran en Madrid tres historias con este mismo esquema? Fenómenos extraños.

Resumen: texto 1, dirección 0. 

El texto tiene bastante gracia. La idea es buena, el desarrollo es bueno. Transita largo tiempo, y sin perder el camino, por los terrenos de la indefinición, con meandros pinterianos en algún momento. Es precisamente el momento más pinteriano, el de la llegada de ella, el que más necesitaría algo de lija. Ya saben, la indeterminación, la niebla pinteriana, es algo muy sutil, si cae en el absurdo patente el equilibrio se va al garete, y alguna de las réplicas entre ambos cuñados chirría un poco. De acuerdo, hay que prolongar esa situación en la puerta, hay que soslayar el realismo, pero cabe afinar. En cualquier caso, el texto se defiende bien. 

La dirección, no. La cosa se va demasiado a menudo hacia abajo, pierde aliento. No es que no se puedan mantener los silencios, es que deben estar cargados de lo que ha pasado y de lo que puede pasar, y aquí son, con frecuencia, simples pausas. Probablemente, cabía explotar mejor a los actores. 


No conocía a ninguno de los tres y no me atrevo a emitir juicios muy tajantes, pero parecen solventes. Emilio Tomé... ¿es, ahora que caigo, el performer? Hubo una etapa de mi vida en que no me perdía performance que alentara cerca, pero la dedicación a la crítica me ha alejado de esas formas. Sí, es él, como se desprende de esta página que acabo de encontrar. En cualquier caso, ha centrado bien un papel de aristas difíciles: un disminuido síquico que debe hablar con convicción de sus obsesiones incluso cuando chocan con la evidencia, saltar a otro asunto si la contradicción es excesiva, callar si se la explican, pero todo sin parecer un chiflado peligroso o el tonto-del-pueblo arquetípico. Está tan convincente que me pregunto si no se habrá fijado en un modelo real. Francisco Reyes debe de estar harto de oír que tiene un físico que impone, pero es así: es altísimo y sabe poner unas caras de piedra pómez de notable efecto. Está bien elegido para encarnar a este tipo con una cierta costumbre de esconder(se) las cosas. No obstante, parece tener tendencia a perder revoluciones, cosa que la dirección no compensa o, quizá, provoca: no sé si la función se lo lleva a él hacia abajo o es al revés. Lo que deberían ser densos silencios son silencios a secas. Falta tensión.

Ana Alonso tiene el personaje más normal ("normal" debe de ser una de las palabras más prostituidas del diccionario) y un enfoque más natural. Yo diría que es una actriz capaz, pero no emite en la misma onda que los otros dos. De hecho, hay tres emisoras transmitiendo a la vez en longitudes distintas, y eso dificulta extraordinariamente, como les decía, juzgar a los intérpretes pero, sobre todo, armar algo coherente. Lo dicho: un buen texto que ganaría muchísimo con una dirección más centrada.
P.J.L. Domínguez
          

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