sábado, 28 de mayo de 2016

¡CÓMO ESTÁ MADRIZ!

Sala: Teatro de la Zarzuela Autores: La gran vía: Felipe Pérez González (libreto), Federico Chueca y Joaquín Valverde (música); El año pasado por agua: Ricardo de la Vega  (libreto), Federico Chueca y Joaquín Valverde (música); versión libre de Miguel del Arco Director: Miguel del Arco Intérpretes: María Rey-Joly, Luis Cansino, Amelia Font, Ángel Ruiz, Carlos Crokke, Pedro Quiralte, Isabella Gaudí, Amparo Navarro, Paco León, Manuela Paso, Natalia Huarte, Rocío Peláez, Ángel Burgos, Jorge Usón, Verónica Moreno, Nuria García, Miriam Montilla, Ana Goya, Esther Ruiz, Diego Molero, Carlos Martos, Manuel Moya, Ángel Perabá, Alberto Sánchez, Miguel Ángel Jiménez, Gonzalo Kindelán y Juan Ceacero  Duración: 2.40' (entreacto de 15')
Información práctica (el enlace no operativo puede significar que no está en cartel)



La idea era estupenda. En su empeño por empujar a la zarzuela al lugar que le corresponde, Pinamonti (anterior director del Teatro de la Zarzuela) dio entrada en su programación a Miguel del Arco, uno de los mejores directores de escena con que contamos. Era inyectar vida, sacar al género de la vitrina y echarlo a respirar el mismo aire que respiramos todos. Subir a ese escenario a Jorge Usón, Manuela Paso, Juan Ceacero... le hace mucho bien al propósito de oxigenación. Quienes adoramos la zarzuela y admiramos a Del Arco esperábamos la cita con muchas ganas.

Eso es lo que fue bien: las intenciones. Fin de la parte positiva.

El resultado es horroroso, sin paliativos. Muchas cosas mal, por muchos motivos. Pero nos centraremos en lo más grave que puede suceder en un teatro, como siempre les digo: el aburrimiento. ¡Cómo está Madriz! es un tostón superlativo. ¿Por qué? Vamos a hacer una breve excursión para responder a esa pregunta.
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La función se basa en La gran vía y El año pasado por agua. Muy libremente: se interpretan casi todos los números de la primera (incluso los añadidos tiempo después del estreno) y varios de la segunda (más algún añadido de otra procedencia). De la trama original, muy gaseosa, se conservan la estructura de revista (luego explicaremos esto) y fragmentos del texto. Y se añade mucho texto a base de chistes de actualidad política, aparición de personajes históricos, metachistes ("sigo hablando en verso", "vaya sueño más largo, ha tenido hasta intermedio", cito de memoria y mal). Ahora voy a repetir la frase con juicios de valor: se añade una cantidad obscena de texto a base de chistes sin la menor gracia. Lo que sigue es una larga explicación del término "obscena".

Tanto La gran vía como El año pasado por agua son ejemplos del género chico. Casi todos ustedes estarán pensando que me han entendido, pero aproximadamente la mitad se habrá equivocado. Hay una confusión muy extendida (lo dicen mal hasta los telediarios) entre la zarzuela y el género chico. Vamos a ponerlo en lenguaje matemático.


Zarzuela  Género Chico
Zarzuela = Zarzuela grande + Género chico

Hay zarzuelas grandes y chicas. Son dos géneros muy distintos, pero durante muchísimo tiempo, en España se llamó zarzuela a cualquier cosa en la que se cantara y se hablara en castellano. Las diferencias entre ambos géneros son, más o menos, las que vamos a enumerar. Dicho mal y pronto (porque encontraríamos excepciones a todo): 

ZARZUELA GRANDE - ZARZUELA CHICA
DURACIÓN
larga / corta
EXIGENCIAS VOCALES 
importantes / modestas
TRAMAS 
dramáticas y complejas / simples y humorísticas
PERSONAJES
alta sociedad, aristocracia, etc./ populares

Antes de que se me eche alguien al cuello, insistiré en que esto es un esquema aproximado que sirve sólo para comparar el "tipo" característico de un género y del otro. El epígrafe que podría producir más candidatos a rebanarme la yugular es el de la exigencia vocal, porque hay, sin duda, papeles de zarzuela chica que exigen grandes cantantes. Sin embargo, hay otros para los que basta un actor que cante medianamente, cosa que difícilmente se encuentra en la grande. La única característica que distingue sine qua non los dos géneros es la duración: por eso se llaman "grande" y "chica". O sea: varios actos, un solo acto. Y a esto íbamos, precisamente: a que estas obritas son una maravilla y un encanto, porque duran una hora escasa. [Si alguien tiene ganas de seguir ilustrándose, en este enlace encontrará un breve resumen del fenómeno económico y social que impuso esta duración: el teatro por horas]
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El teatro es un arte del tiempo y, por tanto, la característica más importante de un espectáculo teatral es su duración. Es la madre del cordero de todo el resto. Unos determinados materiales de partida dan para cinco horas en 2666 de Rigola y otros para dieciséis minutos en 59' de Esteban Garrido. Chueca y Valverde -músicos- y Pérez González -libretista- sabían perfectamente cuánto podía estirarse La gran vía. Poco. La trama es prácticamente inexistente: un paseo por Madrid para dar pretexto a las intervenciones musicales de personificaciones de todo tipo (calles, barrios, conceptos... hasta publicaciones taurinas) y de personajes pintorescos. Ese tipo de estructura se llama revista y es el tipo de trama más ligero posible, apenas un peldaño por encima del espectáculo de variedades. Aderazada con la música dicharachera de Chueca y Valverde, la historieta daba para una horita. Una horita deliciosa, porque de más está decir que las cosas pueden ser breves y excelentes, como también breves y horrendas, largas y fantásticas o largas e insoportables.

La operación Del Arco ha consistido en figurar que todo esto es un sueño de Paco (el personaje de Paco León) y en inyectar texto, texto y texto. Síntoma: dos horas cuarenta de función (incluidos los quince de entreacto). Diagnóstico: una función del género chico estirada hasta más del doble de su duración original. Pronóstico: mortal de necesidad al 99%.

¿Y el 1% restante? Como les digo a menudo, todo es planteable. A) Ahí tienen la revista de lentejuelas, género que se apropió del nombre que designa, genéricamente, la estructura definida más arriba, y que consigue, casi sin trama, estirar los tiempos a base de explosiones visuales con plumas, escaleras, piernas y escotes. B) La otra posibilidad era, lógicamente, armar un texto con fuste. Pero no hay tal. El texto se mantiene en la ligereza propia de la duración breve y es, cosa grave, bastante peor que el original. C) La tercera posibilidad que se me ocurre es tontorrona, y se practica con frecuencia: interpretar dos zarzuelas, una tras otra. Es lo que hizo Lima con El bateo y De Madrid a París y le quedó estupendo.

Hasta aquí lo fundamental. La base del enorme error de ¡Cómo está Madriz! Lo restante, lo despacharemos con brevedad.
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Los daños producidos por ese error hubieran podido atenuarse, quizá, si la operación showman hubiera salido bien. Me explico: la función descansa de principio a fin sobre los hombros de Paco León, siempre presente. Pues bien, no sé si él hubiera sido suficiente para ese cometido, pero lo que parece evidente es que había que dirigirlo. Es Paco León en el registro Paco León que todo el mundo conoce, un tipo simpático. Una vez más, esto da para un cuarto de hora, pero no para llevar, encauzar, acompañar y liderar dos horas cuarenta. La cosa roza, como me dijo en el entreacto un gran hombre de teatro, la falta de respeto al género, y perdonen que me ponga tremendo. Todo el que haya hecho de gracioso en la zarzuela (o en la revista) entenderá lo que escribo.
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El resultado coreográfico es confuso. El de vestuario en su conjunto, también, salvadas algunas piezas estupendas (la Deuda, la Municipalidad, la Justicia...). La escenografía -las escaleras móviles que ven en la foto de más arriba y los paneles sobre los que se proyecta- tampoco ayuda lo más mínimo, con algún momento (las cortinas rojas del teatrillo) especialmente feo.
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El texto tiene muchos problemas, el primero de los cuales es la falta de gracia de todo lo que se supone que tiene que hacerla. Sin embargo, hay otro rasgo que creo que merece comentario. 

La gran vía nació como una rechifla crítica sobre la gestión municipal de la época. Esta libérrima versión se ha vendido como igualmente crítica y respondona, y corren por ahí infinidad de memeces sobre si los indignados y el 15-M tienen aquí una zarzuela hecha a su medida. Hasta tal punto se ha difundido esa voz, que ante la aparición en escena de Pablo Iglesias (primero sale el fundador del PSOE, pero luego el de la coleta), algún espectador soliviantado se puso a gritar en mi función, porque, al parecer, entendió que se le estaba haciendo propaganda. En otras palabras: la rechifla está tan, pero tan mal planteada, que buena parte del público ni siquiera entiende que la cosa vaya en broma. Pero volvamos a lo que iba. Si esto es una función crítica, vamos listos. No hay ni una sola línea que Carmena, Cifuentes, Rajoy o Juncker (máximos responsables de las cuatro administraciones que gobiernan Madriz) no pudieran oír sonrientes desde una butaca. No seré yo quien diga que la función debía ser crítica, pero que quede claro que no lo es. Al original de Chueca y Valverde hubo que cortarle a menudo algún número, pero los responsables de esta versión pueden estar tranquilos: ni con la Ley Mordaza va a toser nadie a este humor de parvulario.

Otra: no consigo entender qué aportan Galdós, Barbieri, Baroja, Machado, Valle-Inclán, Benavente, Pardo Bazán, Tórtola Valencia, Max Estrella, Lerroux, Pablo Iglesias (a), Pablo Iglesias (b, qué pedazo de chiste), Cánovas, Sagasta y... ahora no recuerdo si también si salen Ramsés II y el Tato. También podrían. Los del 98 protagonizan una escena que parece salida de otra función que se estuviera ensayando en el mismo teatro y se hubiera quedado ahí por error. Por cierto, una bonita escena, con algo del garbo que le falta a todo el resto.  
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Jorge Usón
Algo se salva, sí. Casi todos los intérpretes están por encima del resultado general. Hay, sobre todo, dos que no hacen ni un solo gesto que no esté dibujado en estilo, que no caiga exactamente donde debe: Jorge Usón y Ángel Ruiz. Al primero le da igual salir de gran travestona que de Barbieri, las da todas. Ruiz es un regalo de los dioses al musical. Todo lo que hace aquí está simplemente perfecto, pero hay un par de minutos con Isabella Gaudí (Somos la crem) antológicos: ni un dedo fuera de donde tiene que estar ese dedo en una interpretación canónica. También memorable el Pobres amas de Amelia Font.
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Esta crítica puede compartirse o no, pero me gustaría que se entendiera el punto de vista desde el que está hecha. Me parece fantástico que el género se renueve, no tengo nada en contra de banderas gays, remedos de políticos reales, felaciones a prelados o cualquier otro producto del genio creativo escénico. Pero las cosas pueden salir bien o mal, y las intenciones -de renovación en este caso- no redimen a nadie. Esta función se ha puesto la venda antes de la herida, y el personaje de Barbieri le dice al público un par de cosas sobre la necesidad de puesta al día. Me parecen muy bien dichas, aunque me temo que responden a objeciones que nadie ha formulado. El público de la Zarzuela (del Teatro de la Zarzuela, quiero decir) será todo lo conservador que quieran. Pero cuando se marcha dando voces -se fue bastante gente de mi función, y me dicen que está siendo habitual- no lo hace por cuestiones morales o de carcundia escénica, sino porque el resultado es -clásico o moderno, conformista o crítico- malo y aburrido. Mi vecina de butaca se pasó la función diciendo a media voz "canten, canten, que es una zarzuela", y me parece un título perfecto para esta crítica.

Igual que la felación en primera línea de proscenio me parece la imagen perfecta de un proyecto que perdió el norte. Ojo: ni ofende mi sensibilidad religiosa ni es que mi moral sexual excluya este tipo de exhibición. Es, simplemente, que le pega al resto de la función como a un Cristo dos pistolas y que está fea y fuera de lugar (en sentido literal y figurado). Si sumamos que el obispo llega en patines y que se trata del mismo intérprete (o que lo parece, que es lo mismo) que ha llegado antes en patines caracterizado como la Deuda, lo que uno piensa mientras la felación se desarrolla es "anda, sólo tenían uno que sabía patinar ". Un desastre. 
P.J.L. Domínguez
          
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