viernes, 24 de junio de 2016

LA TEMPESTAD

Sala: La Puerta Estrecha Autor: William Shakespeare (no encuentro al autor de la versión) Director: César Barló Intérpretes: Sayo Almeida, Míriam Cano, Roberto González, Pablo Huetos, Emilio Lorente, Rafa Núñez, José Gonzalo Pais, Javi Ródenas y Eva Varela Lasheras Duración: 2.00''
Información práctica (el enlace no operativo puede significar que no está en cartel)

José Gonçalo Pais, vestido por Karmen Abarca. No lo juzguen exagerado, es
Ariel. ¿Quién sabe cómo se visten los genios? 


Ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio:

Vi una de las primerísimas representaciones de esta Tempestad, y me dio la sensación de que algo estaba por terminar, de que en alguna escena faltaba el nervio que recorre el resto. Pero la intensa vibración subterránea que hace palpitar la puesta en escena me convenció de que se iría redondeando en cada función.

    
El rasgo más peculiar de la propuesta es, quizá, el uso de todos los espacios de La Puerta Estrecha, algo que Cortizo hizo ya en la memorable Este sol de la infancia. Pero aunque el aprovechamiento escenográfico de cada rincón (Sánchez y Fou) es, desde luego, una baza importante, el mayor atractivo de la excursión a la isla mágica reside en la dirección de actores y la interpretación. 

No puedo mencionarlos en detalle, pero ver a Eva Varela Lasheras (Próspero) y José Gonçalo Pais (estrepitoso Ariel vestido con brillantez por Karmen Abarca) trabajar juntos justifica sobradamente el viaje. En este Madrid, repleto de talentos escondidos, son dos gemas escondidas en estuches de modestia. Quien se perdiera a la primera en Cenizas a las cenizas o A puerta cerrada y al segundo en De noche justo antes de los bosques tiene ahora posibilidad de resarcirse. 

Y lo que no cabía allí:
Hace unos años, mi Shakespeare favorito era Romeo y Julieta. Luego pasé por Hamlet y -aunque tras lo de Donnellan, creo que he conseguido asimilar la grandeza de Medida por medida- ahora me quedo con La tempestad. Ya sé que estas frases parecen salidas del cuestionario de un concurso de misses, pero ¿qué quieren? Ya que nadie me admira por mi inteligencia que lo hagan al menos por mi físico. 

Mientras escribía esa bobada he recordado que mi predilección por La tempestad empezó, probablemente, en una representación al aire libre vista en Nápoles en 2008. Viaggio, naufragio e nozze di Ferdinando, principe di Napoli, la tituló Carlo Presotto. Se suele abusar del adjetivo "mágico", pero no se ocurre nada más certero para describir aquel anochecer en el centro del mundo (Nápoles es el centro del mundo, por si no lo sabían) en medio de esa historia de (precisamente) magos, genios listos o torpes, doncellas ingenuas y príncipes honestos o traidores.

 Carlo Presotto. Algo hay que parece indicar que estamos ante un tipo
interesante... Ah, sí. Las orejas. Es el encabezamiento de su página.

Precioso cartel de José
Gonçalo Pais.
¿Aprecia uno más una pieza después de un determinado montaje? Sin duda. Pero seguro que la edad tiene también bastante que ver. Fíjense en que Romeo y Julieta y Hamlet podrían ser descritas como un catálogo de los sentimientos de la adolescencia (el deslumbramiento amoroso) y la juventud (la rebelión contra la corrupta realidad). Tanto Medida por medida como La tempestad exigen una mirada más experimentada, unas entendederas que hayan tenido tiempo de asumir la incómoda verdad: que entre esos grandes y trágicamente antitéticos términos de las primeras (tengo su amor o me muero, me someto o me los llevo a todos por delante) cabe una enorme gama de matices, componendas y medias tintas. Tintas con las que nos las tenemos que ver los seres humanos durante toda la vida. En fin, terminemos este párrafo lleno de lugares comunes con uno bien gordo: La tempestad es una maravilla. Viva Perogrullo.

La gente que la ha montado ahora se llama Almaviva Teatro. Tengo la mala costumbre de no mencionar el nombre de las compañías, quizá porque son entes gaseosos en constante metamorfosis, algo que descoloca a espíritus clasificadores como el mío. No obstante, es una información relevante: de manera más o menos fluida -la estabilidad de lo que llamamos compañía es muy distinta de unas a otras- a menudo es evidente una cierta continuidad ético-estética. De Almaviva he visto sólo La noche justo antes de los bosques, en una versión notable que interpretaba José Gonçalo Pais. Se me quedó en eterno borrador.
* * *
Esto del público itinerante tiene siempre sus pros y sus contras. O, mejor dicho, un pro y una contra que son dos caras de la misma moneda. Introduce un elemento más de amenidad que contribuye al pulso esencial de toda función, que es distraer (RAE 2: Divertir / Entretener), pero representa, a la vez, una amenaza de dispersión, un estímulo que puede distraer (RAE 2: Apartar la atención de alguien del objeto a que la aplicaba o a que debía aplicarla) la atención del espectador. Esta itinerancia por los espacios de La Puerta Estrecha compite, impepinablemente, con el recuerdo de la deslumbrante Este sol de la infancia, y aguanta bien la comparación, porque es radicalmente distinta. Aquella era polvorienta y feísta, de un polvo y una fealdad cercanas a La Zaranda. Ésta es luminosa y festiva, como corresponde a este texto que tanto se acerca a las fábulas tradicionales en su exaltación de lo bueno. Se aprovecha algún rincón insospechable, (como el arranque de una escalera, con Ariel empotrado en el hueco tapizado convenientemente. Ver foto:


(Sí, la parte que toca a Ariel del vestuario de Karmen Abarca es espectacular). O el pequeño patio de vecindad que, con algún añadido escenográfico, permite colocar al aire libre la escena del encuentro de la pareja joven. Es una de las que más flojas estaban en mi función (a pesar de una lluvia fina que aportaba verosimilitud), pero seguro que se ha ido centrando. 



Sin embargo, el mejor aprovechamiento escenográfico es el del último de los espacios, una sala rectangular en uno de cuyos extremos se ha dispuesto un plano inclinado (con micrófonos, esta temporada no hay funciones sin micrófonos, la última semana los he visto en Perplejo y Lorenzaccio) y que tiene en el opuesto una trampilla por la que entran varios personajes. Próspero espera oculto en las alturas, desde donde desciende por una escala adosada a la pared. Arriba, abajo, delante, detrás. Todo esto lo han urdido Rosa María Sánchez y Jacobo Fou. 
* * *
Eva Varela Lasheras, gran actriz. Y gran foto de Bruno Rascao. 
Mencionaba en la crítica en papel a Eva Varela y José Gonçálo Pais, que son dos pesos pesados. Pero quiero añadir a Javi Ródenas (Calibán), Sayo Almeida (Sebastián / Trínculo) y Rafa Núñez (Antonio / Estéfano). La tempestad es un interesantísimo trabajo de grupo que, como decía en la Guía, seguramente ha ido creciendo.

Mañana veo otro Shakespeare, los Trabajos de amor perdidos de Rodrigo Arribas. Ya les contaré.
P.J.L. Domínguez
          
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