martes, 24 de enero de 2017

SPAM

Sala: Teatros del Canal Autores y directores: Rafael Spregelburd y Zypce Intérpretes: Rafael Spregelburd y Zypce (músico) Duración: 2.20'
La función ya no está en cartel 


La foto no es del Canal, pero ilustra bien el aspecto de lo allí visto. Spregelburd a la izquierda y Zypce a la derecha.

Empezaré con los gritos de ordenanza, no vaya a ser que algún fan(ático) de Spregelburd me lea apresuradamente y me organice una carnicería. Tengo una gran admiración por su obra y soy plenamente consciente de su relevancia como autor, especialmente en lo que atañe a la influencia que ha ejercido y ejerce sobre muchos otros dramaturgos. Ya.



1.- Conozco, como supongo que la mayoría de ustedes, algunos de los textos de Spregelburd, pero no le he visto nada parecido a esto. Sé que hay al menos un precedente: Apátrida. Él mismo la llamó "anomalía dentro de  mi producción", así que deduzco -a la espera de salir de mi ignorancia- que por ahora son dos los títulos que trascienden el texto por esta vía de la ampliación sonora, audiovisual... llamémosla performativa. Obviamente -a veces conviene decir obviedades- el talento dramatúrgico para escribir un texto y el talento (también dramatúrgico) para poner en pie una función de estas características son distintos. Algunos individuos los tienen ambos. Rodrigo García o Angélica Liddell, por ejemplo, aunque en cada uno de sus montajes brille más o menos uno u otro.


2.- El texto. El texto está bien. No extraordinariamente bien, y no a la altura de su autor. Digo esto, porque no me puedo quitar de encima los modelos a los que remite: Borges (sobre todo, lo relativo a la lengua de Ebla, pero no sólo, por supuesto; también mucho de las estructuras, del recurso de retorcer los clichés narrativos y los estereotipos de personaje...); las atmósferas en las que se ha visto a Cortázar y donde yo huelo a Bryce Echenique... Pero, por encima de todo, un referente directísimo y que no encuentro que nadie haya mencionado (tampoco he buceado mucho, alguien ha tenido que decirlo): el Benno Von Archimboldi del 2666 de Roberto Bolaño. El mismo tipo de relato (México / Malta) en equilibrio entre lo banal y lo alegórico, repleto de connotaciones explícitas y soterradas, escrito para producir placer extremo en espíritus cultivados que disfrutan con el quite intelectual. Que conste que me pirro por este tipo de culturalismo fragmentario que mi generación identificó con la (ahora) denostada posmodernidad, pero me temo que Spam no llega a la suela de ninguno de sus modelos. Y por si alguien está pensando que no es lo mismo un texto teatral que una novela o un cuento, les recuerdo la excelente versión de 2666 de Rigola, donde el texto resplandecía. 

2666 de Bolaño (en versión Rigola). Evidente parentesco: retazos de trama, intelectual desaparecido, entorno exótico, culturalismo y relato policíaco...

3.- El montaje performativo. El montaje está bien, pero tampoco extraordinariamente bien. Una vez más -sólo conocemos por comparación- porque no llega a la excelencia de propuestas más o menos cercanas. Es -de esto no cabe duda- una proeza técnica. Cualquiera que sepa un poquito de estas cosas sale asombrado de la prodigiosa coordinación entre texto, efectos de todo tipo (iluminación, sonido, proyecciones) y -sobre todo- intervenciones sonoras, y a veces gestuales, de Zypce (el señor del gramófono). Impecables tanto el enfoque creativo como la ejecución material. Ahora bien, respecto a la ejecución, cabe decir que esto es teatro y no circo, y que el peso de este virtuosismo no debe contar más en la apreciación crítico-estética que el parecido alarde en, por ejemplo, aquel ladrillo de Brickman Brando Bubble Boom de  Agrupación Señor Serrano (cuya crítica aún les debo). Respecto al enfoque creativo de este recital a dos: me parece, de largo, lo mejor de la propuesta. Coloca a Zypce en el mismo plano de autoría. Fíjense en las casualidades: vi el  mismo fin de semana La pasión según San Mateo del Ballet Nacional de Marsella en Bilbao, y también hay un compositor presente todo el tiempo en escena, produciendo la música en directo. Y también es lo más interesante de la pieza.

Dicho esto, resulta que hemos visto propuestas performativas con peso relevante del texto -como es el caso- mucho mejores. Por ejemplo, las piezas clásicas de Rodrígo García. (Encuentro en una de las críticas un párrafo que define este "género" -cómo llamarlo si no- de manera un poco simple pero muy didáctica: Si la experiencia de las artes escénicas, en una de sus ramas más tradicionales, se constituye con personas y sus asuntos vitales, Spam es claramente otra cosa: es una obra multidisciplinaria, con cruce de lenguajes. Más cercano a los happenings de la década del 60 del siglo pasado que a una experiencia teatral convencional, pero sin renunciar a contar historias)A eso voy, y termino.

3.- Palabras, palabras, palabras. He estado mirando comentarios de todo tipo sobre Spam. No hace falta decir que oscilan entre el encomio y el ditirambo. Pero encuentro, aquí y allá, menciones un poco vergonzantes a la duración. Del tipo "si es usted un espectador que no soporta...", como si el comentarista quisiera evitar responsabilidades. Obviedad: el teatro es un arte del tiempo. Si el tiempo está mal, todo está mal. Spam está descompensada. El interés dramatúrgico (amontonen ahí texto, música y el resto de elementos) hubiera dado quizá para una espléndida pieza mucho más corta. Yo diría -y voy a quedar como el idiota que le decía a Mozart en Amadeus que ponía demasiadas notas- que el problema está en que hay demasiado texto, y regreso a Rodrigo García. Sus piezas clásicas (Compré una pala en Ikea para cavar mi tumba, ver foto, La verdadera historia de Ronald el payaso de McDonalds) tenían un planteamiento de equilibrio entre el texto y lo performativo muy parecido a Spam, pero -y aquí todo está en la maestría en las dosis- mucho menos texto. En Spam, Spregelburd habla como una ametralladora, y casi sin interrupciones, durante ciento cuarenta minutos. Una brutalidad de texto innecesario. La misma peripecia podía contarse con mucho menos regodeo retórico. Sé de lo que hablo, porque ése es mi defecto, y lo reconozco cuando lo veo (aunque de más esté recordar que no soy nadie para atarle las sandalias a este señor). Ya saben que los defectos que menos soportamos en los demás suelen ser los propios. 

4.- En resumen. Interesante hasta cierto punto, muy pesada a partir de la mitad. Probablemente estupenda con una poda intensa.

5.- Nota final. Hay dos actores en vídeo que para sí quisiera cualquiera. Los padres que han regalado a su hija una muñeca a la que le da por decir palabrotas. Nunca (repito, NUNCA) había visto a un actor interpretando un formato audiovisual real (las noticias, en este caso), al que no se le entreviera alguna costura. Estos dos podrían pasar perfectamente por una pareja en el Telediario. Debe de ser que los napolitanos nacen con el talento para la simulación puesto de fábrica.
P.J.L. Domínguez
          

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