jueves, 10 de mayo de 2018

CONSENTIMIENTO

Sala: Teatro Valle-Inclán Autora: Nina Raine (versión de Magüi Mira y Lucas Criado) Directora: Magüi Mira Intérpretes: Concha Delgado, David Lorente, María Morales, Jesús Noguero, Candela Peña, Pere Ponce y Clara Sanchis Duración: creo recordar que 2.40', con entreacto de 15'
(la función ya no está en cartel)


Eso está muy al fondo, pegado a la chácena. Sólo tiene relevancia en el arranque y al final. El resto de la función se desarrolla en un amplísimo espacio, delante de ese mural de cajas, con público en sus tres lados restantes.
Ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio:

RECONCILIACIÓN

Me parece sorprendente la frecuencia con la que la comunicación previa de la oferta teatral se regodea en desorientar al posible espectador. A veces, prometiendo más de lo que hay. Otras –como en este caso- al revés. Consentimiento, de la que veo errado, por restrictivo, hasta el título, no es una pieza sobre la violencia contra las mujeres, aunque el asunto esté bien presente. Es eso y más: un texto de corte clásico de los que se proponen analizar minuciosamente cómo nos relacionamos los humanos. Emoción, contradicción, error, arrepentimiento… ¿perdón? Un gran texto.

    La puesta en escena me reconcilia con Magüi Mira después de Festen. Me reconcilia con Clara Sanchis que, cuando se sujeta a sí misma, es un prodigio de fluidez. Casi (digo casi) me reconcilia también con estos horarios que, tras tanta cháchara sobre la racionalización, nos envían de vuelta a casa a medianoche. Sobran las breves coreografías intersticiales, que parecen estar sólo para proclamar que, además de este teatro de texto de siempre, hay otros mundos. Vale: mensaje recibido. Si quitamos esos minutillos queda lo que cuenta: una gran función en la que todo el mundo brilla,  pero que regala a Jesús Noguero y Candela Peña –en los papeles centrales- y a Nieve de Medina –en el más contrastante- oportunidades de lucimiento de las que no dejan pasar ni media.  


Me parece que tuvo bastante éxito de crítica, al menos eso recuerdo de las tablas de estrellas, y -si podemos considerar fiable a efectos estadísticos mi muestreo habitual- ninguno de público. No gustó a ninguno de mis conocidos. También Kritilo, que debe de ser el crítico con el que más coincido habitualmente, encontró deficiente el texto. Uno de esos casos, más bien infrecuentes, en los que la opinión se divide en dos. Yo fui con todos los prejuicios en contra activados al nivel máximo -el estrés postraumático de Festen- y resignado a 160 minutos de sufrimiento, pero lo pasé estupendamente. Detalle final: la escenografía (Curt Allen Wilmer, ) se reduce al retablo de la foto y a algunas cajas de cartón más, tipo mudanza, que son ahora esto y luego aquello. Si tienen en cuenta que Curt Allen Wilmer es el mismo escenógrafo de La cocina estarán de acuerdo en que este tipo merece el collar de gran maestre de la Orden de la Versatilidad. Las grandes inversiones y los grandes resultados no tienen relación causa-efecto, coinciden a veces (La cocina es buen ejemplo) y otras no (éste es buen ejemplo, los dos duros de las cajas rentan de miedo).

P.J.L. Domínguez
          

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